martes, 26 de febrero de 2013

Marihuana de corintos: Marihuana ciento por ciento del campo.


Buen articulo, una triste realidad... Se los recomiendo.


Marihuana ciento por ciento del campo. 

No conocía el olor del cannabis silvestre hasta que una ráfaga de viento me trajo su aroma dulzón mezclado con el de la selva húmeda. La mata de marihuana en esta parte del país es más alta que los palos de café, y su fragancia, más intensa que la de cualquier otra planta. La brisa delata cada uno de los cultivos que hay al lado del camino. Vamos en tres motos, adelante, marcha el guía, un hombre blanco de 25 años, atrás el fotógrafo y en la cola de la caravana voy yo.
Avanzamos a más de 60 kilómetros por hora a través de una trocha fangosa y serpenteante que se extiende desde El Palo, corregimiento de Caloto en el norte del Cauca, hasta Tacueyó. Después de media hora de recorrido abandonamos las motos en el alero de la única casa que se encuentra en esa parte del camino y nos internamos a pie por un lodazal sembrado de platanales, maíz, café y coca. Los tres caminamos en silencio mientras escuchamos el sonido cada vez más cercano de una quebrada.
-Oigan muchachos -nos dice el guía- alístense que los voy a secuestrar.
El día anterior, cuando aún conservábamos el frío bogotano y mientras nos tomábamos un tinto sentados en una acera de El Palo, un joven típico de la región -moreno, de baja estatura y con unos bigoticos menudos- nos dijo que arriba estaban esperándonos. La orden era perentoria. "Arriba" es el monte; "arriba" significa guerrilla. Como los guerrilleros son la ley en las montañas y toca obedecer, como dijo nuestro guía, abandonamos el tinto y nos subimos en dos motos AKT 125 que nos llevaron cuesta "arriba".
El paisaje de la cordillera Central era un aliciente para la incertidumbre. Sus ondulaciones estaban bañadas con la última luz del atardecer, esa luz que se extiende como un manto dorado. El trayecto duró poco, unos veinte minutos. Estacionamos las motos en una casa que parecía haber sido desocupada especialmente para la reunión. El joven que nos alertó en El Palo se dirigió hacia la parte trasera de la casa y volvió a aparecer un instante después dándonos la señal de que siguiéramos.
Bajo una enramada estaba un hombre grueso, vestido con una camiseta blanca y limpia y un bluyín. Sus ojos azules tenían esa mirada de quien ha perdido con las armas el sentido de la lástima y la compasión. No se presentó. No venía para ser entrevistado sino para interrogar. Después nos enteramos de que es jefe de milicia, un rango superior al de guerrillero raso. Nos preguntó quiénes éramos, por qué veníamos, le dijimos que éramos periodistas y que queríamos ir a los cultivos de marihuana y conocer la gente que la siembra. Después de cada una de nuestras respuestas nos miraba a los ojos para confirmar si estábamos diciendo la verdad.
Después de varias preguntas, bajó la guardia. El interrogatorio se tornó en conversación. 
-Pobres campesinos -dijo-, ellos hacen lo que pueden. Nosotros no nos metemos con ellos ni ellos con nosotros.
Luego de una pausa continuó:
-A veces mediamos en las disputas, pero eso es porque el Estado dejó abandonada está región por mucho tiempo y nos tocó asumir la autoridad.
El interrogatorio fue corto, quizá un cuarto de hora. El hombre se quedó en la silla esperando el momento de nuestra partida.
Y ahora -24 horas después- nos iban a secuestrar.
El guía soltó una carcajada cuando vio nuestras caras. Aquí -nos dijo- no entra cualquiera, es tierra indígena y campesina, pero los guerrilleros vigilan todo y no les gustan los extraños.
-La gente tiene que obedecer. Ellos son los que representan la ley en las montañas. Continuamos la marcha por el lodazal, cruzamos la quebrada que oímos desde el inicio del camino y descubrimos, en medio de ese follaje espeso, dos mil plantas de marihuana tipo "corinto" o "corintiana" que alcanzaban los tres metros de altura.
En Colombia crecen diversos tipos de cannabis, los más conocidos son: Santa Marta Golden,que se cultiva en los departamentos de Magdalena y Cesar desde la bonanza marimbera de los años setenta; y "corinto", que se produce en el Cauca. Se diferencian por el contenido de tetrahidrocannabinol -THC-, el compuesto psicoactivo que genera en los consumidores una sensación de placidez. Según Martín Sepúlveda, ingeniero químico de la Universidad Nacional, la marihuana que crece en el norte del país tiene un porcentaje de 1,0 a 1,5 de THC. Y la que se produce en el Cauca tiene 2,0%.
En la jerarquía marihuanera, la Santa Marta Golden y la "corinto" ocupan el último eslabón por debajo de 80 variedades más existentes en el mundo y que son conocidas como "cripi". Estas variedades surgen de alteraciones en las semillas y solo crecen en invernaderos. Tienen mayor cantidad de THC, hasta 18%.
Bajo los inmensos matorrales de hierba "corintiana" aparece la figura de Carmen, la dueña de la quebrada, de los platanales y, por supuesto, de la marihuana. Ella saluda con ese respeto propio de los indígenas, sin tutear, bajando los ojos ante una mirada desconocida y con una sonrisa tímida. Carmen tiene cuarenta y un años, es morena, de pelo negro y ojos oscuros e ingenuos que contrastan con sus manos gruesas y envejecidas.
Hace tres años llegó un holandés a este mismo lugar. Al ver sus plantas se cogió la cabeza y literalmente perdió la cordura. Se botó encima de las plantas, corrió en medio de ellas y se restregó sus hojas en los brazos, en el rostro y en las piernas. Carmen se ríe al recordar a ese hombre que parecía haber encontrado el Edén en su propia finca.
-Por poco y se embute las matas -recuerda.
Imito al holandés -en una escala bastante inferior-, y arrancó una hoja verde y lanceolada que me restriego en la mano para conservar el perfume de esta hoja prohibida y tan famosa como los avisos de Coca-Cola. Solo en Estados Unidos se calcula que hay 28,5 millones de personas que consumen o que han consumido marihuana. La cifra global alcanza los 200 millones sin contar los que prefieren fumar callados.
-¿Usted...

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